Hay hijos que hacen de padres, parejas que se tratan como jefe y empleado y padres que dependen emocional o físicamente de sus hijos…
Todas estas relaciones tienen algo en común: en ellas las personas terminan situándose en una posición que no les corresponde y, cuando esto ocurre, el vínculo se distorsiona y la relación se vuelve disfuncional y desequilibrada. Y aunque muchas veces se hace “por amor” o “porque no queda otra”, la realidad es que asumir un lugar que no te corresponde te debilita a ti… y desordena al otro.
Esto puede provocar que la relación se llene de exigencias, reproches o silencios, porque ambos pierden su lugar natural y se rompe el equilibrio entre dar y recibir.
La mirada sistémica no juzga estas dinámicas, pero sí las ilumina para que puedas salir de ellas.
Raúl tiene 37 años y vive con su madre, de 74. Su padre murió hace años, y desde entonces él “la cuida”: le gestiona el papeleo, toma decisiones por ella, organiza las citas médicas, incluso opina sobre con quién se relaciona.
Ella, por su parte, no lo contradice y ha delegado muchas de sus funciones personales en él.
Desde fuera, parece un hijo ejemplar.
Pero Raúl está agotado, su vida personal estancada y su tono con ella es cada vez más áspero.
¿Qué está pasando?
Desde la Sistémica‑HS®, Raúl ha invertido el orden natural: ha pasado de hijo a padre simbólico. La Ley del Orden se rompe cuando “quien vino después ocupa el lugar de quien vino antes”.
Y cuando esto ocurre, hay consecuencias sistémicas:
Esta no es una situación sencilla; socialmente está bien visto “hacerse cargo” de los padres mayores, y a menudo se aplaude ese rol sin mirar sus efectos. Pero desde la Sistémica‑HS®, no basta con tener buena intención: si el hijo asume un rol que no le corresponde, termina agotado, sin rumbo, y su madre/padre también pierde fuerza y autonomía.
Lo saludable no es “hacer por ella”, sino acompañarla desde el lugar de hijo adulto, reconociendo que ella vino antes y sigue teniendo su propio lugar.
Ana está en pareja con Luis desde hace 4 años. Ella es emprendedora, resolutiva y muy activa. Él ha tenido varios altibajos laborales y suele pedirle opinión para casi todo. Ana se encarga de las finanzas, planifica vacaciones, supervisa incluso, cómo él organiza su agenda.
No lo dice en voz alta, pero cada vez se siente más sola y sobrecargada. Y él, más inseguro y reactivo.
La dinámica parece de pareja… pero no lo es. Ana ha tomado el lugar de “la que lleva el timón” y ha desplazado simbólicamente a Luis a un lugar más infantil. Y aunque esta posición le da control,… le resta energía emocional.
Y más allá del desgaste personal de cada uno, la pareja empieza a funcionar como una relación asimétrica, donde uno cuida y el otro depende. Esto bloquea la intimidad real, genera tensiones mal canalizadas y puede acabar con la desconexión emocional o, en el peor de los casos, la ruptura.
Muchas tensiones en los sistemas (aquí hablamos de familiares, pero también se da, y mucho, en entornos profesionales) no se deben a “mal rollo”, sino a que alguien siente que no se ve (ni se reconoce) su esfuerzo; a veces, esa persona empieza a boicotear sin saber por qué y otras, simplemente se va.
Tal como te cuento en el artículo “Por qué hay conflictos en tu equipo (y cómo solucionarlos con la mirada sistémica)”, reconocer a tiempo evita que el sistema tenga que compensar por otras vías más disfuncionales. Y si además lo haces con una comunicación clara, directa y ordenada, verás que el ambiente del equipo cambia de forma casi automática.
En ambos, una persona ha asumido un lugar superior al que le corresponde por jerarquía o función. En uno, un hijo hace de padre. En otro, una pareja hace de “madre-jefa”.
Y aunque lo hace por buena intención, eso no evita las consecuencias:
Es posible que estas situaciones te resulten familiares, porque este patrón se relaciona directamente con el popular “Síndrome del salvador”: una figura que asume más de lo que le corresponde, creyendo que así sostiene al sistema… cuando en realidad lo desordena. Y, lo más frecuente, es que nadie se lo haya pedido.
Ojo con esto, es muy común… y muy destructivo. Te cuento cómo remediarlo.
Primero: darte cuenta. Y luego, moverte de lugar de forma consciente. Te doy algunas claves prácticas:
Si cuidas a un padre/madre dependiente:
¿Qué cambia si lo haces así?
Pues que recuperas energía para tu propia vida, liberas a tu madre o padre de una dependencia innecesaria y permites que la relación sea más libre, amorosa y adulta.
Si te sientes “jefe/a” de tu pareja:
¿Qué consigues con este cambio?
Nada más y nada menos que una relación más equilibrada, donde ambos pueden ser vistos, sostenidos y respetados desde la paridad. Esto activa el deseo, mejora la comunicación y disuelve tensiones crónicas que muchas veces no sabías de dónde venían.
En definitiva…
Salir de estas dinámicas no es abandonar al otro, sino volver al lugar donde tú puedes estar en paz y el otro también puede crecer.
En la Sistémica‑HS®, cada uno tiene un lugar y una función en el sistema. Cuando eso se desordena (por trauma, miedo o buena intención) se generan tensiones invisibles que acaban manifestándose como conflicto, dependencia o agotamiento.
Volver a tu lugar no es egoísmo. Es un respetoEs respeto profundo.
Y muchas veces, cuando tú das ese paso… el otro también puede dar el suyo.
¿Te gustaría revisar tu lugar en tu familia o relación de pareja?
En mi libro La Visión Sistémica-HS® profundizo en estas dinámicas invisibles y en cómo recuperar el equilibrio en relaciones familiares, de pareja y laborales. Léelo con papel y lápiz cerca: descubrirás claves para ver lo que antes no veías… y cambiar lo que parecía irremediable.